¿BURBUJA DE ALQUILERES?

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La escalada de precios no afecta por igual a todas las ciudades ni distritos de las mismas. ¿La burbuja está servida?

ALQUILERES RESIDENCIALES y TURÍSTICOS. BURBUJA, DEMAGOGIA Y ADMINISTRACIONES

La incertidumbre y los peores presagios sobre el alquiler en España cuando deberíamos rozar la edad dorada de los arrendamientos en nuestro país.

 

Parece que por fin descubrieron la pólvora los grandes medios de masas y, de repente, pasa a ser asunto de absoluto interés nacional el alquiler de vivienda.

Como agua de mayo, las televisiones han encontrado un filón en la injusticia de los regímenes de alquiler en España, en los avariciosos propietarios y los desamparados inquilinos. Debiera resultar obsceno abordar los temas de manera tan sesgada, tan escorada a babor y con tan absoluta falta de imparcialidad, que haría vomitar al mismísimo árbitro Ghandour, continuador de las magnas desgracias deportivas españolas tiempo atrás. Si de lo que se trata es de presentar un escenario general del alquiler en España, bien podrían los productores de las Medio set y A las Tres y Media, haberse procurado más y mejores fuentes, y, sobre el campo, alguna otra ciudad española, para variar, porque hay vida más allá de Madrid y Barcelona. Ya lo decía el beato Flanders en los Simpsons: “Estados Unidos es la vasta extensión de territorio que hay entre Nueva York y Los Ángeles.” Pues eso es España también, el territorio de cientos de miles de kilómetros cuadrados que rodea las metrópolis capitalina y condal. Pero, dejémonos de reivindicaciones de cuota televisiva de los provincianos y centrémonos en el alquiler.

Venimos asistiendo en las últimas fechas a un reguero de programas televisivos, artículos periodísticos y tertulias en las que el alquiler se ha hecho un hueco notable. Las disquisiciones abundan como hontanares en primavera. Algunos atinan con el diagnóstico, y vaticinan lo que otros ya vimos y advertimos meses atrás: la desbordada subida de precios en el mercado residencial y la escasez galopante de inmuebles en este régimen de alquiler; otros prefieren cargar las tintas en la voracidad del propietario, que sólo busca llenarse los bolsillos a costa de empobrecer al inquilino; y algunos, pocos, tratan de vislumbrar soluciones prácticas que agilicen el mercado y saque a la luz mayor cantidad de viviendas. Viviendas que hoy se encuentran “varadas” y sin uso por sus propietarios. En este último punto, donde la demagogia se ceba siguiendo las pautas de la envidia patria, es donde debiera incidirse con el mayor celo práctico y profesional, y sin la menor presencia de las ideologías, que no hacen si no destapar el tarro de las esencias expropiatorias que tanto gustan a los adláteres del “exprópiese” de allende la Mar Océano.

De continuar la carrera del apartamento turístico por el trazado que ha tomado, las consecuencias negativas serán mayores que las que venimos padeciendo, porque, hasta la fecha, ninguna Administración ha tomado cartas en el asunto, al menos en ninguna otra forma que no sea la prohibición, la suspensión, la sanción o la moratoria temporal. Las ideas siempre andan escasas en las Administraciones, y casi toda la regulación que tienen la amabilidad de sacar a la luz suele materializarse en forma de multas y sanciones, porque ya se sabe, las multas civilizan.

https://www.libremercado.com/2018-02-22/los-alquileres-siguen-por-debajo-de-maximos-alcanzados-en-el-boom-en-3-de-cada-4-capitales-1276614339/

No hay suficientes viviendas en alquiler residencial, y no las hay porque el mercado turístico es, a priori, tan atractivo, que propietarios de todo tamaño y condición, grandes como pequeños, han visto en el régimen turístico una oportunidad de negocio harto más boyante que el clásico régimen residencial en el que venían desenvolviendo sus propiedades hasta entonces. Se equivocan quienes piensen que el turístico es sólo atractivo por la perspectiva de mayores ingresos para el propietario. Lo es, además de por eso, porque conlleva infinitamente menos riesgos que la vivienda en alquiler residencial; porque la posibilidad de oKupación de la vivienda es menor; porque la probabilidad de impagos es prácticamente inexistente; porque les permite, a la mayoría, afrontar un remodelación de la vivienda a fin de hacerla atractiva; porque carece de las trabas administrativas que suele acarrear un alquiler residencial (modelos 806, 810, 600, empadronamientos, continuas altas de electricidad, gas y agua o sus cambios de titularidad…) y porque, cómo no, haciendo bien los deberes y disponiendo del producto adecuado, el turístico suele dejar mayor beneficio, amén de mayor trabajo en el día a día del cuidado del inmueble, que todo hay que decirlo.

Quizá, si las leyes que rigen el alquiler en España pusieran el empeño en que la balanza se equilibre sobre la base de una relación contractual justa entre las partes, propietarios que prefieren echar el candado a sus inmuebles y dejarlos en hibernación, se lo pensarían dos veces a la hora de convertir en activos sus inmuebles. Quizá, si un impago en las rentas por parte del inquilino no se convirtiera en un vía crucis judicial de incierto final y lejanísima solución, más de uno abriría sus puertas de nuevo al mercado, haciendo que la mayor oferta contuviese los precios. Y quizá, si el oKupa de turno fuera lanzado (esta es la palabra correcta) de la vivienda que posee ilegalmente, en cuestión de horas, sino minutos, se perdería el comprensible miedo de muchos a alquilar. Y, quizá también, si las Administraciones hubieran puesto el rigor y celo necesarios para evitar que edificios de viviendas pudieran verse inundados de apartamentos turísticos que han dinamitado la convivencia con los de carácter residencial en aquellos mismos edificios, los propietarios de esos apartamentos residenciales no se habrían visto empujados a echarse en brazos del régimen turístico, toda vez que han comprobado la imposibilidad de permanencia de un inquilino en régimen residencial rodeado de siete despedidas de soltero, tres cumpleaños y cinco cuadrillas de colegas futboleros que pasan el finde entre cantos etílicos y vomiteras resacosas.

Podemos también sentarnos a hablar sobre el suelo, los usos, los planes parciales, peatonalizaciones y demás material de debate que es fruto de los inefables munícipes que dictan el urbanismo de nuestras ciudades, pero este artículo ha llegado a su culmen y tiempo habrá de hilar fino en esos otros asuntillos que tan de cerca nos afectan.

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