LOS ESTUDIANTES DE LA UNIVERSIDAD DE GRANADA BUSCAN PISOS DESESPERADAMENTE AL FINAL DE UNA TEMPORADA DE ALQUILERES DE GRANDES CAMBIOS.
Está en boca de todo el mundo esta temporada y, francamente, no son para menos el revuelo y estupefacción generados. Hablamos, claro está, de la inexplicable (para algunos) situación que se está dando en Granada en estas últimas semanas del verano, en relación con el tradicional mercado de alquileres en nuestra ciudad.
Llega septiembre, con sus exámenes de recuperación (parece ser que serán los últimos -hasta que una nueva normativa universitaria vuelva a trastocarlo todo-), y con sus preuniversitarios dándole fuerte a los codos por la Selectividad. Es de esperar la natural afluencia estudiantil de siempre, apenas termina la primera semana de este mes. Ese tropel de estudiantes a la búsqueda de vivienda para el curso recién estrenado se ha encontrado, por primera vez en décadas, con una dificultad nunca antes vista en Granada. Y es que no hay pisos. Como se lee, y como se oye por cualesquiera de las calles del centro. Ese centro granadino que abarca desde la Avenida América hasta Cruz del Sur. Por exagerado que parezca, en Granada tenemos por centro –down town que dicen nuestros clientes allende el Canal de la Mancha- todo lo que se nos antoja, lo que hace de Granada la ciudad más céntrica de España. Todo el mundo vive aquí en el centro (o al lado del centro).
Bromas aparte, lo cierto es que pueden contarse por miles los estudiantes que se están encontrando con todas las puertas cerradas de esos pisos que antaño solían alquilar en los estertores del verano. No hay pisos. Y para muestra, los más de doscientos clientes que han pasado por nuestra oficina, contactado por teléfono o por correo, en la última semana, y a los que no hemos podido dar cabida entre nuestros afortunados inquilinos. Decimos afortunados no tanto por la bondad de nuestro producto, que también, sino por la suerte de aquéllos que se proveyeron de un apartamento durante el mes de junio, o julio, y prefirieron adelantarse a algo que no muchos ya avanzamos por esas fechas. Claro está que no todo el mundo puede costear apartamentos sin habitarlos, pero eso no ha impedido un río de personas que sí ha estado dispuesto a correr con ese gasto ante la perspectiva de quedarse sin un lugar en el que alojarse para estudiar. Mientras escribo este artículo han pasado seis personas (tres parejas) por nuestra oficina, buscando desesperadamente vivienda. De Córdoba, Almería, Galicia y Motril. Con todos he hablado y todos, sin excepción, me han relatado exactamente la misma peripecia por la que están atravesando: no han podido siquiera ver un solo apartamento, a excepción de una de las parejas, que ha logrado visitar un piso en la zona de la plaza de toros. Un piso en un estado más que decrépito y con un rosario de defectos que lo hacían casi inhabitable.
La verdad es que todo esto se veía venir. Como antes decía, lo hablamos en su día en estos artículos: la eclosión de los apartamentos turísticos y los cambios de calendario de la Universidad son la causa última de que el mercado se haya vaciado de viviendas de alquiler residencial.
Es una confluencia de dos situaciones que estrangulan el mercado tradicional. Los apartamentos turísticos son una realidad en alza. Granada es una plaza turística de primer orden, y el sector turístico proporciona buena parte de los empleos de la ciudad. Es por tanto obvio, y lógico, que buena parte del mercado se haya reconducido a ese nicho generador de riqueza. Nada que objetar al respecto, a excepción del descontrol administrativo en que todavía navegan esas crecientes empresas de pisos turísticos. Todo se andará, y la Administración pondrá coto al, de momento, anárquico mercado turístico de apartamentos. En el mismo lado de la balanza, la Universidad, siempre ajena a la realidad de la ciudad, mal que nos pese. El continuo cambio de los calendarios, y en concreto la materialización del último de esos cambios, ha terminado por dinamitar el tranquilo y placentero alquiler de pisos estudiantiles en Granada. Se acabó la convocatoria de septiembre, se adelanta el fin de las clases en primavera (nada menos que a principios de mayo), y los exámenes de verano en junio y julio permiten a buena parte de los estudiantes a prescindir de un apartamento en Granada, porque puede retornar a sus ciudades de origen y volver a la ciudad sólo para examinarse, regresando en el mismo día a sus casas familiares. Esto deja con cuatro meses vacíos (junio, julio, agosto y buena parte de septiembre) los pisos de estudiantes. Con esos casi cuatro meses vacíos, se hace muy difícil que una familia normal quiera pagar la renta de esos meses cuando el estudiante va a pasarlos todos, o casi todos, en su residencia familiar. Por la misma razón, el propietario de un piso que alquila a estudiantes, no va a querer, como es lógico, que su propiedad permanezca sin rendir beneficios durante casi la tercera parte de un año, y opta por arrendar su propiedad a personas (trabajadoras, por lo general) que hagan de ese inmueble su vivienda habitual, residiendo en ella durante todo el año y pagando el correspondiente alquiler mensual durante las doce mensualidades en que habitan su apartamento. Estos son los dos ingredientes que han provocado la difícil situación en que se encuentran miles de estudiantes en Granada. Nos consta que todo el mundo en este mercado toma las decisiones basándose en su interés, como es natural. Así como el estudiante no quiere tener que pagar por los meses que no estará en el apartamento, el propietario no quiere alquilar a quien no le pagará durante buena parte del año, y la Universidad, ajena a la realidad de una ciudad UNIVERSITARIA, continúa tomando decisiones totalmente absurdas relativas a un calendario que, lejos de beneficiar a los setenta mil estudiantes que tiene matriculados, los condena a una situación de muy difícil salida en cuanto a sus alojamientos.
De nuevo gracias por seguir nuestra web de Puerta Elvira.